Está llegando la Navidad y este tiempo de espera nos invita a ir adentro nuestro y descubrir el pesebre allí en nuestro corazón. “Sentir y gustar”, cómo nuestro Padre Dios mira a la humanidad y se compadece siempre de nuevo, enviándonos la redención, a través de la familia sagrada de Nazaret.

Hoy en pleno camino sinodal, soñamos con una iglesia abierta, así como fue el pesebre de Belén que recibió a pastores y reyes. Una Iglesia atenta a las necesidades de la humanidad. Soñamos con una Iglesia que transparente en su actuar el rostro de Jesús niño. Soñamos con una iglesia paciente, humilde, perseverante y audaz en la que la jerarquía esté al servicio del pueblo de Dios, cómo el mismo Niño, quién siendo rey, se abajó para ser adorado por los pequeños, por los que nos sentimos necesitados de Él. Es por ello que nos animamos a soñar con una iglesia que camina sinodalmente, fundada en la igual dignidad de todos sus miembros por el Bautismo, y que promueve y asegura la participación de todos en la misión.

En el corazón de los grandes sueños, vive la esperanza, porque Dios está en la vida de toda persona; y siempre sale al encuentro y está abierta a la fraternidad y sororidad universal; ya que el pueblo de Dios – que no se cierra sobre sí mismo- dialoga con los interlocutores de un mundo plural, como les sucedió a los magos de oriente , Melchor, Gaspar y Baltazar, convocados por la estrella de los caminantes de todos los tiempos y que guardan en sus corazones la buena voluntad para ir a las periferias existenciales de una iglesia conectada con los problemas de la gente, con los marginados por la cultura del descarte.

Llegar a las periferias, allí donde están aquellos abandonados que Dios no abandona, es el desafío desde el pesebre en esta nueva Navidad, que es siempre nueva porque Jesús sigue naciendo cada día en muchos corazones solidarios.

Les deseamos muy feliz Navidad, justicia y paz para Perú y para el mundo entero.

Hna. Liliana Castro Familia Mary Ward